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NORUEGA: Crimen y… ¿castigo?

Se transcribe a continuación un artículo (SIC) escrito por el licenciado en informática argentino, Carlos Pérez, quien publicó el mismo en una revista escolar de la provincia de Buenos Aires.

Sus reflexiones (no referidos a su profesión) adquieren  trascendencia al evaluar el crimen colectivo que ocurrió el año pasado en Noruega, mientras alude y traza una comparación con la violencia en la que incurren  ciertos ciudadanos de la República Argentina que convulsionan al país.

Por todo ello más defensa del autor por  valores primordiales como la democracia, la tolerancia, la generosidad y la libertad, me tomo el atrevimiento y la satisfacción de darlo a difusión.

“Si tan solo un hombre puede manifestar tanto odio, imagínense cuanto

amor podemos generar todos unidos".

Esta frase pertenece a una adolescente de 16 años, luego de la matanza de 77

compatriotas noruegos.

El 22 de julio de 2011 Anders Behring Breivik, de 32 años, dinamitó las oficinas

del primer ministro de Noruega en Oslo y luego asesinó a una gran cantidad de

jóvenes que asistían a una reunión política en la isla de Utoya.

La matanza era necesaria para que el pueblo noruego tomara conciencia respecto a la “amenaza islamista” persistente en toda Europa, sostuvo el asesino.

Semejante nivel de intolerancia y xenofobia nunca se había observado en el país, ubicado en el 1º lugar mundial en desarrollo humano según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Desde pequeño sentí curiosidad por los pueblos nórdicos y este singular

suceso me hizo reflexionar sobre aspectos muy cercanos a nuestro actual

devenir. No desde el punto de vista de la irracionalidad fundamentalista, la cual

sufrimos en carne propia dos veces en los atentados a la AMIA y la Embajada

de Israel en la Argentina, sino de la reacción del pueblo noruego ante semejante violencia.

¿Cómo hubiéramos reaccionado individual y socialmente ante semejante acto

demencial?. ¿Cuál es el camino a seguir para condenar y corregir esta

barbarie?

Cuando se habla de los pueblos escandinavos (Suecia, Noruega, Finlandia,

Dinamarca e Islandia) sólo se citan referencias a su alto estándar de vida,

nivel de ingreso per cápita y a su exitoso sistema de salud, como si fueran

los únicos símbolos del logro social. ¿Se trata sólo de estados correctamente

administrados? ¿Hay algo más?

“Juntos castigaremos al asesino. Y su castigo será más generosidad,

más tolerancia, más democracia". “Noruega se niega a sacrificar sus

valores tras la matanza provocada por un presunto ultraderechista”, dijo

Jens Stoltenberg, Primer Ministro noruego luego de los ataques.

"Me mantengo fiel a mi convicción de que la libertad es más fuerte que el

miedo. Me mantengo fiel a mi fe en una democracia noruega abierta”,

sostuvo el Rey Harald V (el sistema político es una Monarquía constitucional)

Estas palabras reflejan la preeminencia de los valores como elemento basal en

la sociedad, lo que fue reafirmado por el incremento en el nivel de aceptación

popular del Primer Ministro luego de los atentados. Muestra una relación

estrecha entre el pueblo noruego y sus gobernantes, sin importar su

identificación política.

La tolerancia, la libertad y la generosidad, iluminan la esfera de este país y

permiten a sus habitantes sobrellevar el dolor y la tristeza en forma pacífica.

Muestran la madurez de un pueblo que es conciente de que la violencia se

combate con justicia, mayor tolerancia y generosidad, pues solo se tiene miedo

cuando se desconoce.

Inevitablemente, tuve que traer estas ideas a mi tierra. Es hora de que los

argentinos comencemos a “conocernos” y “entendernos” desde el diálogo y la

tolerancia. Nos guste o no, estamos todos en el mismo barco. Y tenemos la

obligación de ponernos de acuerdo fraternalmente (Fraternidad: Amistad o

afecto entre hermanos o entre quienes se tratan como tales. -Dicc. Real

Academia Española-)

El ejemplo de este pueblo, mayoritariamente luterano, debe servirnos para

dejar de lado las divisiones inútiles, la intolerancia y la agresión, tanto física

como verbal. Debemos mirar a nuestro prójimo como tal y conocerlo, compartir

cosas, aunque más no sea ocupándonos de algo que le pasa, digo

“ocupándonos” y no “preocupándonos”.

“La violencia y el miedo no se superan con paredes y armas”, afirmó una

joven que perdió sus amigos en la isla de Utøya. Esta moción fue ampliamente

adoptada por sobrevivientes, familiares y líderes políticos del país europeo.

Quienes perciben la actitud de los noruegos como “excesivamente inocente” no

se dan cuenta que es una sociedad que ha sabido, a través de los valores,

construir una comunidad digna y ejemplar. Han catalizado su dura historia

reciente, como la ocupación nazi en la 2º Guerra Mundial y el caso de la

eugenasia y los niños “Lebensborn”.

Otros se preguntarán: ¿es que acaso no tienen problemas?. Pues si los tienen,

como cualquier comunidad en el planeta. Son seres humanos con miserias y

virtudes.

La diferencia radica en el camino elegido para solucionarlos.

Debo agregar como dato pintoresco, aunque muy importante, que el libro mas

vendido en el 2011 fue la Biblia, en una nueva versión traducida al noruego y

desarrollada con aporte de escritores famosos del país.

Pidamos a Dios que con su luz elimine la ceguera que no nos permite ver en

los valores la herramienta fundamental para nuestra madurez como sociedad.

En el siglo pasado, el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset dijo en

una conferencia en La Plata: "¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!