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11 septiembre 2009 5 11 /09 /septiembre /2009 12:55
LA TRAMPA DE LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD SOCIAL: FACTORES DE RIESGO CARDIACO

 

La mortalidad coronaria está en baja en países como Finlandia, que presentaba las tasas más altas en los años 60, redujéndola en un 70%, al igual que en Italia, Inglaterra, Francia y Argentina, que disminuyeron entre un 30 y un 50% en las últimas décadas -según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Sin embargo, los especialistas del mundo se plantean la necesidad de que los estados subsidien un estado de vida saludable, dado que la tendencia al descenso se desacelera pronunciadamente en los sectores marginales de la población mundial.

 Por un lado, existe una mayor conciencia con respecto a los factores de riesgo coronario y avances de la tecnología con tratamientos efectivos, pero las desigualdades sociales marcan en los sectores desfavorecidos la prevalencia del tabaquismo, la diabetes y la mala alimentación, sumados a una educación pobre y un salario mínimo, con la imposibilidad de acceder a procedimientos sanitarios costosos.

La Universidad de Liverpool (Inglaterra), a través del investigador en Epidemiología Cardiovascular y médico del Hospital Universitario Austral, Martín Oflaherty, informó que el descenso de la mortalidad se produjo una década antes de la amplia difusión de los tratamientos positivos y que 2/3 de la caída en la mortalidad se atribuyen a cambios en la dieta y en el estilo de vida, y 1/3 a los tratamientos médicos y quirúrgicos.

“No obstante, es interesante –señala el informe-que tratamientos que parecen muy apropiados y costosos han contribuido muy poco a la disminución en la mortalidad, como la cirugía coronaria y la angioplastia, que solo aportan un 4% a la caída observada.”

Oflaherty publicó un estudio en el British Medical Journal, en el cual indaga sobre la relación entre enfermedad coronaria en adultos jóvenes en Escocia y desigualdades sociales.

Analizó datos poblacionales del período entre 1986 y 2006 de personas de 35 años o más, con el objetivo de comprobar si la mayoría de los factores de riesgo cardiovascular se asociaban con un nivel socioeconómico bajo. Junto con su equipo, finalmente demostró que la tendencia de la mortalidad cardíaca a descender se estanca en los sectores desfavorecidos.

En general, aquellas personas más pobres y menos educadas tienden a tener hábitos menos saludables. La inequidad es una causa probable.

“Es parte de lo que en salud pública llamamos la trampa de la pobreza, que esencialmente elimina la capacidad de elegir un estilo de vida sano por varios motivos. En primer lugar, la gente con dificultades económicas maximiza el valor calórico de lo que compra, elige comida rica en grasas y calorías. Y no tiene los recursos educativos y personales para, por ejemplo, dejar de fumar. Así aparece la trampa: sus conductas generan enfermedad, la enfermedad genera pobreza”, expresó el investigador.

A modo de solución, cree que los estados deberían subsidiar un estilo de vida saludable. “Sabemos exactamente lo que hay que hacer para prevenir esas muertes, pero simplemente, no lo hacemos”, concluyó.

Las campañas de concientización no alcanzan

 

De acuerdo a Oflaherty, las campañas sanitarias no terminan de ser totalmente prácticas porque tienden a responsabilizar al individuo, y a veces este no puede cambiar porque el ambiente es adverso y no fomenta el cambio. Por otra parte, si bien el cambio individual es importante, el experto afirmó que “las campañas nunca van a lograr que toda una población cambie, y ahí es donde entran en juego las políticas estatales que deberían subsidiar una mejor calidad de vida.

Tampoco se exige a la industria alimentaria que elimine seudo nutrientes; si fuera así, el impacto sobre la población sería mucho mayor”, ejemplificó.

“Este es el momento de tomar medidas -remarcó Oflaherty- porque dada la dinámica de la población, las tasas de mortalidad cardíaca pueden incrementarse nuevamente si no se controlan los factores de riesgo. El patrón en Europa y los Estados Unidos es que en general la gente come menos grasas saturadas y fuma menos, pero se comen mas calorías, se hace menos actividad física y se come más sal. El resultado es que si bien bajan el colesterol y el tabaquismo, la obesidad y la diabetes están aumentando, y llamativamente las cifras de presión arterial en jóvenes y mujeres”

 

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