Aunque sea una especie no comestible, la composición alimentaria del laurel contiene lípidos, carbohidratos, fibra, calcio, potasio, magnesio, fósforo, vitaminas C y B6 y ácido fólico.
Es un importante estimulante del aparato digestivo, antiespasmódico y hepático; ayuda a aumentar las secreciones y favorece los movimientos peristálticos, por lo que facilita la digestión.
Actúa como expectorante, fundamental para bronquitis y gripe, además de faringitis y laringitis.
Contribuye a combatir enfermedades reumáticas, alivia el dolor y desinflama las articulaciones afectadas. En este caso, en lugar de infusiones, se debe preparar un bálsamo machacando un buen puñado de las bayas.
Estimula la eliminación de líquido, siendo útil cuando se sufre obesidad y otras dolencias que requieren la expulsión de agua y toxinas; de este modo, cuida los riñones.
Regula la menstruación, disminuye la abundante y promueve la escasa.
Es adecuado para el tratamiento externo de las afecciones de la piel, principalmente las causadas por hongos, golpes, úlceras y quemaduras. Ejerce una función bacteriostática y regeneradora de la epidermis. Se macera un puñado de bayas en aceite de oliva y el líquido resultante se aplica con una gasa.
Es una planta antiarterioesclerótica. Los ácidos oleico, linoleico y láurico le confieren cualidades circulatorias.
Para situaciones de estrés se aconseja beber el jugo de las hojas en un vaso de agua.
En caso de úlceras de difícil curación, se recomienda triturar un puñado de frutos de laurel, mezclarlos con miel, y friccionar sobre la zona dolorida.
Calma los dolores de cabeza al aspirar el humo que emana de las hojas incineradas.
No conviene beber altas dosis de laurel porque llega a perjudicar a personas con estómago sensible. Se desaconseja su uso si existen gastritis o úlcera.
Hay gente que es alérgica a la planta.
Las embarazadas no deben tomar infusiones de laurel.
No corresponde administrarlo ni aplicarlo tópicamente a menores de seis años ni a personas con alergias respiratorias o hipersensibilidad a los aceites esenciales.
Fuente: Lic. María Fernanda Cristoforetti, nutricionista argentina