Los niños que son intimidados y rechazados por sus compañeros podrían ser más propensos a tener problemas en otras áreas de sus vidas, según han mostrado estudios anteriores. Ahora, investigadores han encontrado al menos tres factores en la conducta de un niño que pueden llevar al rechazo social.
Los factores involucran la falta de habilidad de un niño para detectar y responder a señales no verbales de sus compañeros.
En Estados Unidos, entre el 10 y 13 por ciento de los chicos en edad de ir a la escuela experimentan alguna forma de rechazo por parte de sus compañeros.
Además de provocar problemas de salud mental, la intimidación y el aislamiento social suelen aumentar las probabilidades de que obtenga malas calificaciones, abandone los estudios, o desarrolle problemas de abuso de sustancias, señalaron los investigadores.
"Realmente es una cuestión de salud pública poco abordada", dijo el investigador principal, Clark McKown, del Centro Neuroconductual Rush en Chicago.
Las habilidades sociales que obtienen los niños en las áreas de juegos o en otros lugares podrían aparecer posteriormente, de acuerdo a Richard Lavoie, un experto en conducta social infantil que no formó parte del estudio.
Las actividades recreativas no estructuradas -es decir, cuando los menores interactúan sin la orientación de una figura de autoridad- son el momento en que experimentan los estilos de relación interpersonal que tendrán de adultos, afirmó.
Lo que subyace en todo esto: "la necesidad principal de cualquier humano es agradarle a otros humanos", informó Lavoie a LiveScience. "Pero nuestros hijos son como extraños que habitan su propio país". No comprenden las reglas básicas para funcionar en sociedad y sus errores, por lo general, no son intencionales.
En dos estudios, McKown y sus colegas hicieron que un total de 284 niños, de entre 4 y 16 años de edad, vieran videos de películas y observaran fotografías antes de evaluar las emociones de los actores en base a sus expresiones faciales, tonos de voz y posturas corporales. También se describieron situaciones sociales diversas y se les preguntó sobre las respuestas apropiadas.
Los resultados fueron entonces comparados con los relatos de padres de familia y maestros sobre las amistades y comportamiento social de los participantes.
Los chicos que padecían problemas sociales reunían inconvenientes en al menos una de tres áreas diferentes de comunicación no verbal: leer señales no verbales; comprender su significado social; e idear opciones para solucionar un conflicto social.
Un niño, por ejemplo, simplemente podría no notar el ceño fruncido de una persona debido a su impaciencia, o entender lo que significa golpetear el piso con el pie. O podría tener problemas para reconciliar los deseos de un amigo con los propios. "Es importante intentar precisar el área o áreas en los déficit de un niño y entonces fortalecerlas", explicó McKown.
Cuando los niños batallan para socializar durante un periodo prolongado de tiempo, "inician un círculo vicioso", explicó Lavoie. Los chicos rechazados poseen pocas oportunidades de practicar habilidades sociales, mientras que los menores populares están muy ocupados en perfeccionar las propias.
Sin embargo, contar con sólo uno o dos amigos puede ser suficiente para brindarle a un niño la práctica de socialización que necesita, indicó.
Padres, maestros y otros adultos en la vida de un niño pueden ayudar. En lugar de reaccionar con enojo o vergüenza ante el hijo, los padres deberían enseñar habilidades sociales con el mismo tono que utilizan para enseñar divisiones largas o una higiene apropiada. Si se presenta como oportunidad de aprendizaje, en lugar de castigo, los niños generalmente aprecian la lección.
"La mayoría de los niños están desesperados por tener amigos, así que aceptan consejos con entusiasmo", agregó Lavoie.
Para enseñar habilidades sociales, Lavoie aconseja un enfoque de cinco pasos en su libro "It's So Much Work to Be Your Friend: Helping the Child with Learning Disabilities Find Social Success". (Touchstone, 2006). El proceso funciona en menores con o sin problemas de aprendizaje y es mejor si se realiza inmediatamente después de que se ha cometido una trasgresión.
1) Pregúntele al niño lo que sucedió y escuche sin juzgarlo.
2) Pídale que identifique su error. (Con frecuencia, los niños sólo saben que molestaron a alguien, pero no entienden su propio papel en las consecuencias).
3) Ayúdelo a identificar la señal que no detectó o el error que cometió. En lugar de darle un sermón usando la palabra "deberías", ofrezca opciones que el niño habría podido adoptar frente a un problema de vínculo social.
4) Cree un escenario imaginario pero similar en el que el chico pueda tomar la decisión adecuada.
5) Por último, póngale al niño "tareas sociales" pidiéndole que practique su nueva habilidad, al decir: "ahora que conoces la importancia de compartir, quiero que mañana me cuentes de algo que hayas compartido".
Los estudios están detallados en el ejemplar actual de la publicación Journal of Clinical Child and Adolescent Psychology. Fueron financiados por la Fundación Dean y Rosemarie Buntrock y por la Fundación William T. Grant.