Esforzarse y sacrificarse para llevar adelante una dieta, generalmente hace que el ánimo decaiga en la prosecución de la baja de peso.
Pero no todo es tristeza, y sí sonrisas, si se incluyen en los regímenes pocas grasas.
No es así se si opta por disminuir los carbohidratos, dado que si bien contribuyen a disminuir kilos, el ánimo fluctúa para peor. Esto lo afirman investigadores australianos, que analizaron diferentes tipos de menú para enfrentar la epidemia de la obesidad.
Hay un evidente restricción de hidratos de carbono y alta ingesta de proteínas y grasas en los programas conocidos como cetogénicos, que llevan a un desbalance nutricional y cambios metabólicos como es la liberación de cuerpos cetónicos (fuente alternativa para obtener energía para el cerebro y otros tejidos) al torrente sanguíneo.
Estos compuestos surgen en el hígado para proporcionar energía al corazón y al cerebro solamente en casos especiales, como una baja en el nivel de azúcar en sangre (hipoglucemia) o un largo ayuno.
Como las dietas que eliminan los carbohidratos originan una situación metabólica particular, el organismo los libera y se consigue un descenso en la grasa corporal.
Sin embargo, muchos médicos cuestionan el método , al asegurar que perjudica a la salud. Sostienen, asimismo, que a largo plazo no resultan mejores que los menú tradicionales para decrecer el peso y mantenerse delgado.
Los especialistas australianos compararon los dos programas: los bajos en carbohidratos y los reductores de grasas, con el fin de observar su efectividad y su influencia en el estado anímico.
Siguieron durante un año a pacientes con sobrepeso u obesidad de aproximadamente 50 años. La mitad había comido escasas grasas y el resto pocos carbohidratos.
El control abarcó el análisis de detalles sobre aspectos de salud, tales como disminución de peso, funciones cognitivas ( memoria o aprendizaje), situación anímica y bienestar general.
Todos, transcurrido el año, perdieron en promedio la misma cantidad de kilos y conservaron sus capacidades cognitivas, aunque la gran distinción entre ambos grupos residió en el humor.
Ambos grupos, en los dos primeros meses, se manifestaron alegres, pero a largo plazo se marcaron diferencias notables.
La poca ingesta de carbohidratos provocó un decaimiento de ánimo, en tanto, quienes cumplieron un regimen que dejó de lado el consumo excesivo de grasas, demostró un humor excelente.
Los australianos explicaron que comer pocos carbohidratos no sólo afectan el ánimo sino que bloquean las posibilidad efectivas que predisponen a bajar kilos de más.