La compasión
Hasta hoy poco se sabía sobre cómo se arraiga la compasión: un sentimiento humano que se observa ante el sufrimiento de otro ser y que mueve a la voluntad de aliviárselo o disminuirlo.
Afianzar la compasión por dolores físicos o psicológicos
Investigadores del Center for Investigating Healthy Minds de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, reveló que es factible que los adultos se adiestren para afianzar la compasión por los pares que padecen física o psicológicamente.
Un artículo publicado en la revista Psychological Science, de la Association for Psychological Science (APS) profundizó detalles sobre la idoneidad de la instrucción cerebral para originar una conducta altruista y cambios de orden neuronal “subyacentes” a la compasión.
La respiración es imprescindible
Según afirmaciones de la psicóloga Helen Weng, autora principal del trabajo investigativo, la comprensión se ejercita con buenos resultados.
Y una herramienta imprescindible es la respiración.
· Visualización de sufrimiento y de bienestar ajeno
Los expertos entrenaron a un conjunto de jóvenes en la técnica budista Tonglen (meditación compasiva) que se basa en visualizar el sufrimiento de otros, e incorporarlo en su interior con la respiración para después exhalarlo y, en esta oportunidad, observar que se hallan en condiciones de brindarles bienestar.
· Uso de la imaginación
Los participantes imaginaron que alguien había sufrido y desearon que el dolor desapareciese.
Al mismo tiempo, reiteraron frases en voz alta, o silenciosamente, centrándose en la compasión; dijeron: "Líbrate del sufrimiento. Conseguirás alegría y alivio".
La práctica la concretaron en principio con un familiar o amigo, lo cual fue fácil que diera lugar a la compasión; a continuación la realizaron para consigo mismos y con un extraño.
Al final, buscaron compadecerse de una persona que atravesaba un conflicto, “un individuo difícil”: un compañero de trabajo o vecino de vivienda.
Atención y deseo de ayudar
Los jóvenes elaboraron la compasión como un “músculo”, mediante el cual respondieron mejor a los demás con atención y deseo de ayudar, escribió Weng en la nota aludida.
Comparación con otro grupo que replanteó sus pensamientos
Los efectos del primer grupo se compararon con un grupo control que se abocó a la revaluación cognitiva; ésta es la adquisición de una destreza para detenerse en los pensamientos propios y replantearlos de modo que sean menos negativos.
Descubren cómo cambian los hábitos emocionales
En dos semanas, ambos grupos, siguieron instrucciones de audio por Internet a razón de 30 minutos cada día.
El propósito de los expertos era averiguar si la gente empezaba a cambiar sus hábitos emocionales en un corto tiempo.
La idea fue constatar si la compasión entrenada derivaba en el altruismo y si los jóvenes incluidos en la investigación mostraban su disposición de ayudar a sujetos desconocidos.
· Juego de dictador y víctima
Los partícipes -en Internet- se relacionaron con dos jugadores anónimos, un “ dictador" y una "víctima", invitándolos a gastar su dinero para auxiliar a individuos necesitados.
El “dictador” compartió una suma injusta de dinero (uno de cada 10 dólares) con la “víctima”; debió tomar la decisión de cuánto invertiría en esta última, y determinar la distribución de fondos para finalizar con la desigualdad, en comparación con el otro jugador anónimo.
Weng argumentó que “las personas entrenadas para la compasión fueron más proclives a gastar su propio dinero, con altruismo, para contribuir a favor de alguien injustamente tratado”; algo muy diferente con los voluntarios entrenados en revaluación cognitiva”.
Neurología y personas generosas
Los generosos en el juego fueron evaluados en los cambios neuronales con resonancia magnética funcional, que permitió explorar las imágenes de las áreas cerebrales que ejecutaban una tarea específica.
Cambios de la intensidad cerebral y los altruistas
Los expertos comprobaron los cambios desde el inicio a la culminación del entrenamiento en compasión.
Los más altruistas, verificada la intensidad de la actividad cerebral, presentaron la mayor cuantía de cambios neuronales frente a imágenes que expresaban el sufrimiento humano.
Acrecentamiento de la corteza parietal inferior
La acción del cerebro de los altruistas tuvo un incremento de la corteza parietal inferior, implicado en la empatía y en la comprensión de los demás.
Corteza prefrontal dorsolateral
El cultivo de la compasión asimismo acrecentó la actividad neuronal en la corteza prefrontal dorsolateral, en la medida en que ella se comunica con el núcleo accumbens.
Estas regiones cerebrales se relacionan con la regulación de las emociones y las emociones positivas.
La compasión se puede mejorar
Las conclusiones son las siguientes: la compasión no es estable aunque se mejora con entrenamiento y ejercitación.
Impartir formación en las escuelas contra comportamiento antisocial
Aconsejan los científicos que en las escuelas se forme en compasión y bondad, a fin de que los chicos sintonicen sus emociones y las de los demás.
El entrenamiento en compasión sería útil para el tratamiento de problemáticas sociales, como ansiedad y/o comportamiento antisocial.
Influencia de las clases sociales
El sentimiento compasivo fue reflejado en dos estudios anteriores, los que fijaron que el hecho de pertenecer a clases sociales bajas o altas influye en el grado de compasión de la gente.
Más compasión en clases bajas que pudientes
En 2012 la Universidad de California en Berkeley (UC Berkeley), Estados Unidos, con 300 personas bajo análisis, verificó que las clases socioeconómicas más bajas comprenden más el dolor ajeno, inclusive fisiológico, y cuentan con una mayor compasión que los pudientes. En 2010 otra investigación apuntó lo mismo.
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La modificación del grado de compasión
“Cuanto más dispuesta esté la mente a darse cuenta automáticamente de que todos los seres son iguales, más propensa es a sentir compasión hacia todos los que sufren”, sostuvo David DeSteno, de la Universidad Northeastern de Estados Unidos.
La flexibilidad de la compasión tiene una causa biológica, añadió DeSteno, y subrayó: “nuestra mente intuitiva nos hace sentir más compasión por aquellos con los que compartimos alguna afiliación, como la familia o las personas con las que compartimos identidades grupales.”
· No darle rienda suelta a la compasión sin control
Nunca hay que caer en detrimento de uno mismo ayudando a otros a costa de la propia salud o energía. Todo debe acatar un justo medio, aunque pueda parecer un noble objetivo, en términos de lógica evolutiva sería una abominación, destacó.
Especificó que cualquier persona que se mueve por compasión a cada momento, acaba paralizándose, con un pesar continuo, que podría paralizarlo. Esa persona experimentaría una pesadumbre constante y utilizaría todos sus recursos en ayudar a los demás a costa de su salud.