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30 noviembre 2013 6 30 /11 /noviembre /2013 14:54
EL CEREBRO GANA EN COMPASIÓN ENTRENÁNDOSE
Los adultos así como pueden entrenar su cerebro  para desplegar habilidades físicas y académicas, igualmente disponen de  la posibilidad de ejercitar este órgano para ser más compasivos.
Acaba de descubrirse que el sentimiento de compasión es tal cual un músculo con capacidad para vigorizarse.
Emociones positivas
Un grupo de voluntarios en el transcurso de 30 días realizaron una meditación budista,  conocida como  “meditación compasiva”.
Luego de este lapso, se confirmó que se habían tornado más altruistas, mientras  experimentaron cambios en regiones cerebrales relacionadas con la  empatía, la regulación de las emociones y las emociones positivas.


La compasión

 

 

Hasta hoy poco se sabía sobre cómo se arraiga la compasión: un sentimiento humano que se observa ante el  sufrimiento de otro ser  y que mueve a la voluntad de aliviárselo o disminuirlo.

Afianzar la compasión por dolores físicos o psicológicos

Investigadores del Center for Investigating Healthy Minds de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, reveló  que es factible que los adultos se adiestren para afianzar la compasión por los pares que padecen física o psicológicamente.

 

 

Un artículo publicado en la revista Psychological Science, de la Association for Psychological Science (APS) profundizó  detalles sobre la idoneidad de la instrucción cerebral para originar  una conducta altruista y cambios de orden neuronal “subyacentes” a la compasión.

 

La respiración es imprescindible

Según afirmaciones de  la psicóloga Helen Weng, autora principal del trabajo investigativo,  la comprensión se ejercita con buenos resultados.

 

Y una herramienta imprescindible es la respiración.

 

 

·        Visualización de sufrimiento y de bienestar ajeno  

 

Los expertos entrenaron a un conjunto de jóvenes en la técnica budista Tonglen (meditación compasiva) que se basa en visualizar el sufrimiento de otros, e incorporarlo en su interior con la respiración para después exhalarlo y, en esta oportunidad, observar  que se hallan en condiciones de brindarles bienestar.

 

·        Uso de la imaginación

 

Los participantes imaginaron que alguien había sufrido y desearon que el dolor desapareciese.

 

Al mismo tiempo, reiteraron frases en voz alta, o silenciosamente,  centrándose en la compasión; dijeron: "Líbrate del sufrimiento. Conseguirás  alegría y alivio".

La práctica la concretaron en principio con un familiar o amigo, lo cual fue fácil que diera lugar a la compasión; a continuación la realizaron para consigo mismos y con un extraño.

 

Al final, buscaron compadecerse de una persona que atravesaba  un conflicto, “un individuo difícil”: un compañero de trabajo o vecino de vivienda.

 

Atención y deseo de ayudar

Los jóvenes elaboraron la compasión como un “músculo”, mediante el cual respondieron mejor a los demás con atención y deseo de ayudar, escribió Weng en la nota aludida.

 

 

Comparación con otro grupo que replanteó sus pensamientos

Los efectos del primer  grupo se compararon con un grupo control que se abocó a la revaluación cognitiva; ésta es la adquisición de una destreza para detenerse en los pensamientos propios y replantearlos de modo que sean menos negativos.


Descubren cómo cambian los hábitos emocionales

En dos semanas, ambos grupos, siguieron instrucciones de audio por Internet a razón de 30 minutos cada día.

 

El propósito de los expertos era averiguar si la gente empezaba a cambiar sus hábitos emocionales en un corto tiempo.


La idea fue constatar si la compasión entrenada derivaba en el altruismo y si los jóvenes incluidos en la investigación mostraban su disposición de ayudar a sujetos desconocidos.

 

 

·        Juego de dictador y víctima


Los partícipes -en Internet- se relacionaron con dos jugadores anónimos, un  dictador" y una "víctima", invitándolos a gastar su dinero para auxiliar a individuos necesitados.

 


El “dictador” compartió una suma injusta de dinero (uno de cada 10 dólares) con la “víctima”; debió tomar la decisión de cuánto invertiría en esta última, y determinar la distribución de fondos para finalizar con la desigualdad, en comparación con el otro jugador anónimo.


Weng argumentó  que “las personas  entrenadas para la compasión fueron más proclives a  gastar su propio dinero, con altruismo,  para contribuir a favor de  alguien injustamente tratado”; algo muy diferente con  los voluntarios entrenados en revaluación cognitiva”.

Neurología y personas generosas


Los generosos en el juego fueron evaluados en los cambios neuronales con resonancia magnética funcional, que permitió explorar las imágenes de las áreas cerebrales que ejecutaban una tarea específica.

 

Cambios de la intensidad cerebral y los altruistas

Los expertos comprobaron los cambios desde el inicio a la culminación del entrenamiento en compasión.

 

Los más altruistas, verificada la  intensidad de la actividad cerebral, presentaron la mayor cuantía de cambios neuronales frente a imágenes que expresaban  el sufrimiento humano.

 

Acrecentamiento de la corteza parietal inferior

La acción del cerebro de los altruistas tuvo un incremento de  la corteza parietal inferior, implicado en la  empatía y en la comprensión de los demás.

 

Corteza prefrontal dorsolateral

 

El cultivo de la compasión asimismo acrecentó la actividad neuronal en la corteza prefrontal dorsolateral,  en la medida en que ella se comunica con el núcleo accumbens.

 

Estas regiones cerebrales se relacionan con la  regulación de las emociones y las emociones positivas.

 

 

La compasión se puede mejorar

Las conclusiones son las siguientes: la compasión no es estable aunque se mejora con entrenamiento y ejercitación.

 

 

Impartir formación en las escuelas contra comportamiento antisocial

 

Aconsejan los científicos que en las escuelas se forme en compasión y bondad, a fin de que los chicos sintonicen sus emociones y las de los demás.

 

El entrenamiento en compasión sería útil para el tratamiento de problemáticas sociales, como ansiedad y/o comportamiento antisocial.

 

Influencia de las clases sociales

El sentimiento compasivo fue reflejado en dos estudios anteriores, los que fijaron que el hecho de pertenecer a clases sociales bajas o altas influye en el grado de compasión de la gente.

 

 

Más compasión en clases bajas que pudientes

 

En 2012 la  Universidad de California en Berkeley (UC Berkeley), Estados Unidos, con 300 personas bajo análisis, verificó que las clases socioeconómicas más bajas comprenden más el dolor ajeno, inclusive fisiológico, y cuentan con una mayor compasión que los pudientes. En 2010 otra investigación apuntó lo mismo.

 .
La modificación del grado de compasión

“Cuanto más dispuesta esté la mente a darse cuenta automáticamente de que todos los seres son iguales, más propensa es  a sentir compasión hacia todos los que sufren”, sostuvo  David DeSteno, de la Universidad Northeastern de Estados Unidos.

 

La flexibilidad de la compasión tiene una causa biológica, añadió DeSteno, y subrayó: “nuestra mente intuitiva nos hace sentir más compasión por aquellos con los que compartimos alguna afiliación, como la familia o las personas con las que compartimos  identidades grupales.”

 

·        No darle rienda suelta a la compasión sin control

 

Nunca hay que caer en detrimento de uno mismo ayudando a otros a costa de la propia salud o energía. Todo debe acatar un justo medio, aunque pueda parecer un noble objetivo, en términos de lógica evolutiva sería una abominación, destacó.

Especificó que  cualquier persona que se mueve por compasión a cada momento, acaba paralizándose, con un pesar continuo, que  podría paralizarlo. Esa persona experimentaría una pesadumbre  constante y utilizaría todos sus recursos en ayudar a los demás a costa de su salud.

 

 

 

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