Enseñarles a los chicos normas de higiene personal es una posibilidad cierta a partir de los cuatro años porque ya se considera que se hallan capaces para adoptarlas.
Algunas actitudes las pueden incluir entre sus rutinas cotidianas y adquirir autonomía en este aspecto.
Autoestima, orgullo
Part Crissey ha publicado en las ediciones Paidós Ibérica su libro “Higiene personal”, en el que ofrece consejos y modos divertidos para que los menores se desenvuelvan solos en este tipo de actividades que, además, contribuyen a que se afiance su autoestima.
Ellos consolidan sentimientos de orgullo si se ven tratados en su hogar como si fuese gente adulta.
El aseo y la salud
Tampoco hay que olvidar que el aseo cuida la salud.
Con el transcurso del tiempo, al acostumbrarse a las usanzas higiénicas, los niños van alcanzando nuevos objetivos; en tanto y en cuanto se los deje desempeñarse solos para que incorporen esta rutina como un uso que los beneficia, y alejándolos simultáneamente del rigor que jamás deben aplicar los padres.
· Nunca imposiciones
La única manera de que asimilen las pautas higiénicas, una vez instruidos, es dejarlos actuar por sí mismos; basta agregarles algunas correcciones si son necesarias, pero nunca imposiciones.
El pelo, la cara y los dientes, son elementales cuando se habla de lavado y limpieza.
Manos, cabello, dientes, baño, higiene después de hacer pis
Tienen que aprender lo siguiente:
- Lavarse invariablemente las manos luego de ir al baño, antes de comer y en todas en las circunstancias en que se encuentran sucias.
- Peinarse solos. A las niñas con pelo largo corresponde ayudarlas, en el marco de un juego que las invite a desenredarlo.
- Cepillarse los dientes tras las comidas (la mamá y/o cuidadora debe darles el último repaso, mientras les explica cómo movilizar el cepillo.)
- Enjabonarse la totalidad del cuerpo al bañarse. Los chicos no olvidan si se les proporcionan razones para hacerlo en un mismo orden.
- Hay que estar presente para lavarles el pelo, todavía su edad no les permite una solución satisfactoria.
- Limpiarse después de hacer pis. A los cuatro años aún es forzoso intervenir cuando defeca.
Persistencia y reiteración
No basta con decirles que deben lavarse a diario para hallarse limpios y sanos. Incumbe señalarles que precisan dedicar continuidad, ser persistentes y repetir este comportamiento a menudo.
Armarse de paciencia
El progenitor y/o cuidador requiere armarse de paciencia si el menor olvida algo y recordárselo aunque sin enojo ni regaño. Ningún hábito se obtiene en dos días o un poco más.
Fomentarles el deseo, dar el ejemplo, divertimento
Para apelar a su deseo de verse limpios, los padres o cuidadores tienen dar lección en la medida en que se tornan en un ejemplo.
Si un adulto se lava el rostro correctamente, o se peina delante de un espejo con la criatura para que copie la modalidad, influye con eficacia si se desenvuelve con divertimento.
Crissey aconseja verbalizar la rutina e ir especificando los motivos, tal como decirles que el lavado de dientes evita que se piquen y duelan.
Lo esencial es que emulen a los adultos sabiendo que es para su bien.
A más motivación, mejor predisposición; premios
Si a un hijo no le gusta limpiarse los dientes, Crissey propone: comprar una cartulina y pintura y sugerirle que pinte dos columnas: una representará las comidas diarias y otra los siete días de la semana.
Cada vez que se lave los dientes con posterioridad a una comida, ubicará el color en el cuadro correspondiente y si en una semana consigue el relleno de todas las casillas, se le promete la entrega de un premio.
Esta propuesta lo ilusiona y el hijo se fija la idea; así que si se hace un buche diariamente, se le argumenta lo siguiente: “como te has higienizado los dientes y los conservas muy sanos, tu premio es comer golosinas de vez en cuando”.