La contaminación se mueve desde el torrente sanguíneo de la embarazada al feto y los bebés corren el riesgo de verse afectados de por vida
Un nuevo estudio ha comprobado por primera vez los peligros de intoxicación de la placenta al respirar las embarazadas aire contaminado por la quema de combustibles fósiles. Las partículas de hollín entran en la placenta a través de la sangre, determinó un trabajo presentado en el Congreso Internacional de la Sociedad Respiratoria Europea que acaba de realizarse en París.
Las consecuencias son nefastas, ocasionan nacimiento prematuro, bajo peso al nacer, mortalidad infantil y problemas respiratorios en el recién nacido. Ya con anterioridad diversos científicos se habían referido a la quema de carbón como motivo de estas derivaciones.
La contaminación del aire ahora se pudo constatar que lesiona a los bebés tras su nacimiento y durante toda su vida. Las partículas de contaminación se trasladan desde los pulmones de la madre a la placenta y de ahí se introducirían por el torrente sanguíneo al aparato respiratorio del feto.
Se investigaron cinco mujeres embarazadas residentes en Londres, todas no fumadoras, con un embarazo sin complicaciones y a las que se les había planificado un parto por cesárea en el Royal London Hospital. Cada una dio a luz un bebé sano. Pero se halló una sustancia negra en 60 células placentarias de todas las mamás.
Setenta y dos áreas de carbón
El pediatra Norrice Liu y la investigadora posdoctoral de la Universidad londinense Queen Mary localizaron 72 pequeñas áreas negras conformadas en su conjunto por carbón. Se interesaron en las células denominadas macrófagos placentarios, cuya función es formar parte del sistema inmune, actúan envolviendo bacterias y partículas malignas y/o contaminantes y contribuyen a proteger al feto.
Examinaron 3500 células de macrófago placentario con un microscopio de alta potencia electrónico. De 60 células surgieron las 72 zonas negras. Liu destacó que estas partículas tóxicas inhaladas por las madres se movieron desde sus pulmones a otras partes del cuerpo. Los macrófagos placentarios no pudieron contra ellas cuando debieran haberlas engullido dentro de las vías respiratorias, sobre todo las más grandes y de modo que únicamente se desplazaran por la circulación una minoría de partículas de pequeño tamaño.
Añadió en su exposición: “sabemos que las partículas no necesitan entrar en el cuerpo del bebé para tener un efecto adverso, pero si se posesionan en la placenta, tendrá un impacto directo en el feto y todo sugiere que esto es posible”.